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Por Mariano Obarrio
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El gobierno de Alberto Fernández ha dejado trascender a través de sus voceros por los medios de prensa que desplegará un menú de herramientas de “persuasión coercitiva” para provocar el salto en garrocha de los senadores celestes y convencerlos de que voten a favor de la ley del aborto legal. El factor de esa presión sería el giro de transferencias a los gobiernos provinciales, pero problema del Presidente es que los gobernadores afectados son aquellos de los cuales necesita para equilibrar fuerzas frente al kirchnerismo. Son, o deberían ser, sus aliados naturales y no los puede destratar.
“En el Gobierno comienzan a decir que hay dificultades para enviar recursos a las provincias por la falta de presupuesto. Ni te hablan del aborto, pero dicen que hay que acompañar al Presidente. Y si no votas como ellos quieren, desaparecen las dificultades”, dijo a La Nueva República un antiguo operador del Senado, de tradicional linaje peronista.
El proyecto del aborto se enviaría el viernes 13 de marzo a Diputados, donde se estima que saldría sancionado con una leve mayoría verde. El presidente de la Cámara baja, Sergio Massa, ruega no tener que desempatar la votación porque si bien defiende el aborto cualquiera de las dos decisiones le acarrearía un costo político. Y luego pasaría al Senado. Y ahí está el interrogante. Por ahora, el poroteo se inclina hacia un triunfo celeste, aunque por muy escaso margen.
En el Gobierno aseguran que la irrupción del coronavirus en la Argentina y las urgencias económicas por la caída de los mercados no detendrán la velocidad del tratamiento del aborto. No temen pagar costos políticos por fijar una prioridad como ésta en medio de otras urgencias. “Los gobiernos deben dedicarse a muchos temas al mismo tiempo, no podemos ir tema por tema”, dijo un alto funcionario a periodistas en el Patio de las Palmeras de la Casa Rosada.
Por eso, la clave será cómo actuará el peronismo en el Senado y por allí pasan todos los interrogantes, tanto del oficialismo verde como de los sectores celestes. Muchos de los senadores del PJ, sin embargo, ratificaron su posición en favor de las Dos Vidas y su rechazo al aborto. Uno es nada menos que el jefe del bloque del Frente de Todos, José Mayans, que aseguró la semana última que “el aborto es inconstitucional y la vida comienza desde la concepción como dice la Constitución y los tratados internacionales que fueron incorporados en ella”.
Mayans descartó cualquier tipo de presión sobre su voluntad. Responde al gobernador de Formosa, Gildo Insfran. Los formoseños de a pie son mayoritariamente provida. Si Mayans torciera su voto, podría tener un costo político incalculable en su provincia. Paradógicamente, Insfrán es un gobernador de mucha afinidad con Cristina Kirchner, que luego de haber sido provida durante su gobierno ahora es abortista.
Los pueblos de las provincias son mayoritariamente celestes. Como dijo el ex senador Jorge Yoma, el aborto es un capricho de la clase media porteña que le cuesta registrar lo que pasa más allá de la General Paz y que desconoce las tradiciones profundas de tierra adentro. Poco menos que les sugirió a los peronistas porteños que promueven el aborto que salgan del microclima y comiencen a recorrer el interior. El riojano Yoma sabe que en su provincia el aborto no tiene buena prensa.
En esa misma línea, la vicepresidenta primera del Senado, Claudia Ledesma Abdala, ratificó de manera terminante su voto en favor de las Dos Vidas y su rechazo al aborto. Es santiagueña y respeta la tradición próvida de su tierra. Su pertenencia al Frente de Todos no puede ser más evidente: es la elegida para el cargo por la vicepresidenta Cristina Kifchner, su madrina política. Además, Claudia Ledesma es la esposa del gobernador de Santiago del Estero, Gerardo Zamora. Es uno de los líderes del club de gobernadores peronistas. Santiago es próvida. Hay pocos gobernadores más kirchneristas que el propio Zamora, entronizado por Néstor Kirchner luego de haber intervenido la provincia en 2004 en tiempos del juarismo.
También el senador jujeño Guillermo Snopek, hijo y sobrino nieto de gobernadores de Jujuy, de tradición peronista como pocos, dijo la semana última que mantiene su histórica postura en favor de la vida y que no respaldará ninguna ley que promueva el aborto. Si bien dijo que antes quiere leer el proyecto de ley que envíe el Poder Ejecutivo, desestimó que pueda ser susceptible a presiones. Snopek sabe que los jujeños son abrumadora mayoría próvida en su provincia.
La rionegrina Silvina García Larraburu todavía no se pronunció públicamente. Pero en el debate de 2018 soportó fuertísimas presiones de Cristina y del entonces jefe de bloque del Senado, Miguel Pichetto, para votar en el mismo sentido que los verdes. Pero García Larraburu se mantuvo a pie firme y resistió. Además, cuentan los hombres del senado que una asesora suya participa de todas las reuniones de los senadores celestes que planifican la embestida verde.
La última versión indicaba que el senador Carlos Menem sufriría presiones del albertismo más rancio para darse vuelta y modificar su tradicional defensa del niño por nacer. Imposible. Cuando era presidente, Menem se comprometió con el entonces papa Juan Pablo II, ahora santificado por la Iglesia, a respetar la vida desde la concepción.
Su hija Zulema Menem posteó en Twitter una leyenda que dice “la VIDA se DEFIENDE no se debate”. Y adjuntó una filmación panorámica de la misa de Lujan que tenía el lema “Sí a las mujeres, sí a la vida” donde se observaba la multitud. Al igual que Yoma, sabe que La Rioja es tierra reacia al aborto.
No se descarta que la Casa Rosada ejerza presiones sobre otros senadores del peronismo. La promesa sería destrabar giros y recursos nacionales a las gobernaciones si ellos desisten de oponerse al aborto y, por ejemplo, se van de viaje justo durante esos días. En tiempos de coronavirus mundial, sería demasiado grotesco que justo los senadores tengan viajes urgentes para dar conferencias o participar de encuentros internacionales, que por otra parte se están suspendiendo en todo el planeta.
La “operación viajes” es tan vieja como el Parlamento. Pero semejante muestra de avasallamiento sobre la democracia representativa, la república y el federalismo expondría demasiado a unos y a otros y todos pagarían un incalculable costo con la Iglesia y con sus votantes de su territorio. Por ese motivo, los operadores expertos en argucias parlamentarias tendrán que agudizar su sofisticación.
