Por Mariano Obarrio
Nuestra sociedad se degrada por la desaparición de las reglas y los valores humanos fundamentales, dentro de una “filosofía” cultural y educativa que los considera “represivos” o “conservadores”. El creador de Los Espartanos, Eduardo “Coco” Oderigo, contó en un reportaje en FM Concepto 95.5 que los presos de poblaciones carcelarias más violentos pueden reconvertir su violencia cuando se los ayuda a canalizarla a través de un deporte, como el rugby, que establece “reglas” para el juego y para el uso de esa fuerza.
NOTA COCO ODERIGO
https://radiocut.fm/audiocut/eduardo-coco-oderigo-entrenador-rugby-en-conceptofm/
Los rugbiers de Zarate que asesinaron a Fernando Baez Sosa en Villa Gesell mientras estaban de vacaciones no respetaron ninguna de esas reglas que seguramente sus entrenadores les inculcaron. La culpa no es del rugby, en absoluto. Podrían haber sido futbolistas o remeros. El problema está en la degradación de la educación y la convivencia de una cultura líquida “progresista”, “libre, “bien pensante”, “políticamente correcta”.
Porque ellos, asesinos en potencia aunque no lo sabían, se creían con derecho a imponer las reglas. Sus propias reglas. Su único valor era la prepotencia y la soberbia. Egoísmo puro, falta de registro del otro. Tenían conciencia de lo que hacían, pero no de la gravedad de sus actos. Del dolor que causaban. O no les importaba el sufrimiento del otro.
Sus reglas consistían en ejercer la violencia contra cualquier joven del boliche pese a que hubiera acudido para divertirse como ellos en una noche de verano. Le tocó a Fernando Baez Sosa pero podía ser cualquiera. Lo eligieron para satisfacer sus ansias de prepotencia y arrogancia.
El progresismo libre, bien pensante, políticamente correcto, sostiene que los adolescentes no deben ser molestados ni deben tener ningún tipo de restricciones en su formación y que la libertad para ejercer sus actos debe ser absoluta, para poder desarrollarse sin reprimir sus impulsos. Suena romántico y maravilloso. Se proponen educar jóvenes libres. Pero educan a jóvenes violentos y autoritarios. Déspotas sin límites ni reglas.
Toman niños sanos y los deforman en jóvenes enfermos. En cambio, “Coco” Oderigo recorre el camino inverso. Trabaja con poblaciones violentas, criminales condenados, potenciales ladrones y asesinos. Y les enseña a jugar un deporte que los entretiene, pero que requiere de “reglas” (como cualquier deporte) y de valores, como el respeto al otro.
Y esos hombres violentos, al recorrer el camino de las reglas, se van regenerando y vuelven a sus esencias humanas. Reconocen valores y se ponen ellos en valor: se va-lo-ri-zan luego de haberse desvalorizado en su vida. Los resultados son sorprendentes.
La cultura de esa falsa libertad esclaviza a los jóvenes. En nombre de esa libertad, los adolescentes pueden faltarles el respeto a sus maestros, a los docentes, a la policía, tomar colegios, ejercer el derecho de huelga, suspender las clases, y no debe haber ninguna sanción disciplinaria porque eso es considerado, incluso por supuestos intelectuales, como un acto “represivo”. Pobres adolescentes… ¡No pueden ser víctimas sociales de la imposición de las reglas conservadoras!
Cada vez es más frecuente, así, ver en las redes sociales videos de bullying entre varones y entre mujeres, agresiones entre ellos y entre ellas. Peleas de chicos y de chicas. No existe sanción social. Es parte de la “libertad”, pésimamente entendida, sin que el concepto de libertad tenga como contrapartida la responsabilidad y el respeto por los derechos ajenos.
Ya desde los ministerios de Educación, a los adolescentes y a los chicos se les da rienda suelta en toda su formación o su deformación: intelectual, personal, espiritual, sexual. No se los orienta y se los invita a que “prueben todo”, incluso la falta de respeto o la violencia contra sus pares. Abundan entonces los hechos de violencia, los abusos sexuales, el alcoholismo y las adicciones más diversas como la de las drogas.
Incluso, los sectores progresistas bien pensantes y políticamente correctos aseguran ahora que hay que legalizar la marihuana y todas las drogas, porque es imposible combatir el narcotráfico y no se les puede cercenar a los pobres jóvenes su libertad para drogarse.
Pero claro: el alcohol y las adicciones luego tienen contrapartidas no deseadas. Jóvenes que manejan autos a toda velocidad en estado de ebriedad y matan personas, delincuentes que salen de “caño” a “chorear” a los que trabajan honestamente, motochorros que pueden pegarles hasta matarlas a sus víctimas, o rugbiers que le toman bronca a un joven que parece manso y que por eso merece una paliza.
Total, no hay reglas, no hay sanción, no hay autoridad y todo eso en nombre de la libertad. Una libertad engañosa y vengativa por la cual permanecerán encerrados por el resto de sus vidas. Esclavizados por sus propios actos.