La suerte de los argentinos, ahora más que nunca, está en manos de Dios. En medio de la emergencia sanitaria por la pandemia de coronavirus, el presidente Alberto Fernández rezó anoche algunas oraciones por la mitigación de la enfermedad antes de retirarse de la Casa Rosada y previendo que hoy martes 17 de marzo trabajaría toda la jornada en la residencia presidencial de Olivos, para dar el ejemplo del autoaislamiento que está promoviendo el Gobierno.
Sus plegarias en la pequeña capilla de la sede gubernamental estuvieron dirigidas al San José Gabriel del Rosario Brochero, más conocido como el Cura Brochero, cuya imagen domina el altar. Brochero, un santo argentino, fue canonizado por el papa Francisco.
En La Nueva República informamos hace algunos días que la capilla de la Casa Rosada, además de estar custodiada por una imagen de la Virgen del Rosario de San Nicolás, alberga ahora al solideo de San Juan Pablo II, el casquete de terciopelo del papa que en 1982 visitó la Argentina para rezar por la paz en plena Guerra de las Malvinas contra Gran Bretaña.

Precisamente, el Presidente visitó ese pequeño templo donde está el solideo del “Mensajero de la Paz”, ahora una reliquia sagrada, y donde también descansa la imagen del Cura Brochero. En la Casa Rosada pocos se imaginaban la sensibilidad religiosa del Presidente, que siempre, más bien, manifestó cierta distancia de los dogmas del catolicismo y hasta confiesa algunas diferencias filosóficas con la Iglesia.
Sin embargo, el Presidente se mostró sinceramente conmovido por su visita a la capilla de la Casa de Gobierno. Estuvo acompañado, eso sí, por el secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Béliz, que sí se manifiesta públicamente como un católico practicante y que según las crónicas fue quien le propuso la visita a la capilla. El día de ayer era particular porque era el día del cumpleaños del Cura Brochero. El Santo murió de Lepra y quienes conocen su historia recuerdan que “no le importo ir a buscar a esos marginados y contagiarse, les aseguró la otra Vida”.

“El cura Brochero murió mientras atendía a leprosos, en una peste como la que sufrimos hoy”, señalaron funcionarios cercanos a Fernández. Luego de su visita, en la que se respiró un hondo recogimiento por parte del Presidente, se retiró por la explanada de la Casa Rosada junto al vocero presidencial, Juan Pablo Biondi, y al secretario general de la Presidencia, Julio Vitobello.